Soy egoísta.
Lo admito, lo digo, concreto.
Y tremendamente.
He tratado de quererte
y te he querido por conveniencia.
Aquella vez, te pregunté
tu nombre
tan sólo para ponerlo como
título de mi espera
hacia algo
volátil e inaudito.
Y cuando me contaste
que te gustaban los anocheceres
acariciando temblores
unidos
a bocas agrietadas por el dolor,
yo lo utilicé
para convertirte en algo parecido
a ti
pero que sí está conmigo.
Egoísmo, se llama. Lo sé.
Conocerte para poder dar sentido
a esto.
Conocerte, y que algún loco o enamorado
-para el caso es lo mismo-
me diga que le gusta lo que escribo.
Que le parece tristemente bonito.
Y yo, le responda que
aún no te ha visto sonreír,
cuando las palabras sobrepasan
sentimientos.
Egoísta por usarte como inspiración.
Egoísmo, desconmensurado.
Ególatra, yo,
por quererte tan sólo para escribirte
y acabar escribiéndote porque
te quiero.
No hay comentarios:
Publicar un comentario