lunes, 1 de febrero de 2016

Ahora.

- No espero que lo entiendas- había dicho mi abuelo- aún eres muy joven.

- Pero explícamelo- dije yo con ojos grandes y brillantes, de niña pequeña. Vaciló un rato y luego sus ojos claros y su cara ya algo vieja por el paso de los años, se centraron solo en mí. Se notaba que de joven había sido un chico muy guapo.

- La vida da muchas vueltas- comenzó a decir- y no siempre vas a conseguir lo que quieres. ¿Injusto? Quién sabe. El caso es que a veces vas a tener que tocar fondo para después volverte más fuerte. Impulsarte. Y siempre vendrán obstáculos. Pero todo esto te hará ser quien eres, tener valores, cabeza. Porque el físico se deteriora- hizo una pausa y se señaló- y yo, tuve que luchar mucho por conseguir mis objetivos, ya sé, también eran otros tiempos... lo importante de todo esto, es decir siempre lo que tú piensas y sientas, porque sino nunca llegarás a nada, los demás pasarán por encima de ti. Y si algo no te gusta, cámbialo. Y si algo te molesta, dilo. Pero intenta ser lo más feliz que puedas entre tanta porquería. No te pases la vida buscándote defectos, porque todo el mundo tiene, y eso, nos hace ser mejores. No tendría gracia que todos fuéramos perfectos, ¿no? Pero si por cualquier cosa tienes que llorar, hazlo. Desahógate todo lo que puedas y, supéralo. Las amistades muchas veces se van, los novios también, pero la familia, por muy mal que te lleves y muchos problemas que tengáis, es para siempre. Porque son muy difíciles las relaciones.  Y más, las de pareja. Porque hoy en día se acaba muy rápido el amor. Confundimos demasiadas cosas con el amor. Deberíamos ser como los agapornis; sí, ríete, pero ellos son una clase de pájaros que, cuando encuentran a su pareja, se quedan con ella toda la vida, como los pingüinos (...) No digo mucho más, ya hemos tenido una buena charla por hoy, ¿no?- sonrió- lo importante es, ¿lo entendiste?

- Sí- repuse yo totalmente convencida en ese momento.

- Pues no lo entiendas, vívelo y lo comprenderás- carraspeó, me echó una última mirada de ojos azules que vieron demasiadas cosas, aventuras, situaciones. Y, a continuación, se fue a buscar unos frutos secos para comer.

Mucha gente se enfadaba porque me diera esas charlas, no entendían para qué lo hacía, porque seguramente yo me aburría, decían que no son interesantes y que no me valdrían para nada. Yo simplemente les fruncía el ceño cuando me decían eso.

Ahora, años después, escribo esto.
Y, quiero decir, que sí. 
Me sirvieron.

Gracias.