miércoles, 12 de enero de 2022

Subrayado en tu página

Y yo no avanzo.

Y tú sigues ahí en alguna parte de la ciudad, a veinte pasos de mi casa, en la frase subrayada de la página 110, en la ramita que cogimos junto al mar, sigues en alguna parte en la que ya no estamos.

Y yo no avanzo.

Y entonces veo que sigues. Que sigues por tu parte. Y que yo voy por la mia. Dos orillas que nunca se van a besar. Y entonces estás lejos, construyendo nuevas cosas, nuevas relaciones y experiencias. Yo escribo en la arena que tuvimos que decirnos que no, porque era lo mejor. No era lo que queríamos, sino lo que teníamos que hacer. No quiero desde ti. ¿Cómo pudo suceder todo tan rápido? ¿Cómo hemos permitido construir nuevas cosas en tan poco? Es injusto para los que fuimos. Entonces tú sigues construyendo rascacielos, mientras yo me siento en la hierba y veo que son mejores que el desastre que quedó aquí. Dejando que todo pase cuando quiera. Observo que es más bonito, que es mejor, que es tu presente.
Un huracán derriba las fotografías, lo que yo trataba de construir, a nosotros.

Y yo no avanzo en nada.
Así mi orilla no existe, la tuya no me llama
y solo quedan en el mar
partes de mí a la deriva.

martes, 11 de enero de 2022

lunes, 10 de enero de 2022

Insostenible

Antes que nada debía tranquilizarme, porque de nada servía estar así. He tocado fondo y lo que hizo colmar el vaso no lo llenó, lo inundó. Sin embargo, yo era la que decidía. Si prefería tener esos sentimientos dentro de mí, porque era yo la que los dejaba entrar, la que le daba mil vueltas una y otra vez a algo que no dependía de mí que fuese distinto. O si lo aceptaba, aunque doliese. Porque con la aceptación permites perdonar a las cosas, las dejas ser aunque no sean como tú quieres. Y a partir de ahí te permites construir nuevas.

Así que debía relajarme: no depende de mi lo que no puedo controlar.

Como dije una vez a alguien: si dos extremos se separan y deben estar juntos, por mucha distancia que haya se volverán a encontrar. Si por el contrario, esos dos extremos se separan y no vuelven a saber nada el uno del otro, sabrán que tomaron la decisión correcta. Así que todo aquello que dejamos libre y no podemos hacer nada con ello, porque aunque nos cueste reconocerlo ya no forma parte nuestra, buscará la manera de encontrar el equilibro por sí solo.

Y supongo que ahí en cuando elegimos la parte que queremos ser: la que sostiene lo insostenible en el recuerdo, o la que se deja a sí misma avanzar.


lunes, 3 de enero de 2022

Amor imposible

Siempre he pensado que me gustaban los amores imposibles. Cada vez que una persona cogía la puerta y esta se cerraba, yo me decía a mí misma: solo quieres a un amor imposible. Y continuamente pasaba esto, con cada uno que pasaba, estaba convencida de que era para lo que estaba hecha, para querer a lo que se va. Y entonces, como un soplido, llegó R.

Cuando conocí a R, yo llegué tarde, porque es lo que siempre suelo hacer. No nos entendimos con el sitio en el que íbamos a vernos. Después de estar un rato juntos, le dije que era una de las peores personas que con las que había quedado. Que estaba incómoda, que no paraba de decir tonterías y que no iba a volver a quedar. Luego, me lo volví a casi encontrar por casualidad, sin embargo, no llegamos a juntarnos. Supe que habíamos estado en el mismo sitio sin estarlo y esto hizo que volviésemos a hablar. La tercera, la cuarta, la quinta vez que nos vimos, no había vez que no discutiésemos o viésemos las cosas de un modo distinto.

Me parecía insoportable y me volvía loca. A veces tenía actitudes de crío y comentarios que no tenían sentido, me parecía un mimado por cosas como que no hiciese su cama o que no quisiese lavar los platos, se pasaba de intenso, no sabía escuchar, trataba de arreglar las cosas cuando no las debería de haber roto y se enfadaba por todo. Y pasaba la tormenta y aún así, volvíamos a estar juntos. Por alguna razón que todavía desconozco queríamos volver.

Y con todo esto fue cuando comprendí algo. Entonces las discusiones las convertimos en razones para desenfadarnos, él se metía conmigo y yo echaba sus cosas fuera de la habitación, lo arreglaba haciéndome el desayuno y yo abrazando su espalda. Me gustaba vernos juntos y decirle que no pegamos nada, que no fuese perfecto, que no encajásemos porque no teníamos por qué hacerlo, porque lo hacíamos a nuestra manera. Las dificultades, en lugar de hacernos decir "es complicado", "esto no puede seguir", "es mejor dejarlo", me hicieron ver que es ahí cuando más hay que estar, cuando no es sencillo.

Entonces pensé que el amor más imposible, es aquel que no se intenta.