Mirando por la ventanilla
de tu coche
me has pedido que me quede
como quién
sabe que es hora de marcharse
o alejarse de lo que
no es conveniente para ambos.
Has renunciado a las habladurías
y a mis peros adversativos.
Cruzas rayas negras y blancas
a pesar de yo ser una pieza inestable
que te sustenta tras cruzar
cláxones de distancia
a cien parámetros de velocidad
en tres pausas en rojo.
Haces una copulación entre tú más yo
dividiendo al resto.
Y me marcho en línea continua
sin hacer paradas de ceder el paso
a que otros dirigentes enciendan
y quiten el freno a el espejo
retrovisor
que me permite volver a verte por primera última vez.
Me marcho lento, a pesar de tener prisa,
acelerar tan sólo me recordaría a ti.