Si todo lo que somos es tan sólo un momento
déjame repetir este cada día.
Acerqué mis labios a los suyos.
Si todo lo que somos es tan sólo un momento
déjame repetir este cada día.
Acerqué mis labios a los suyos.
Ese lunar de tu cuerpo
me indica claramente cuál es
mi punto de partida para comenzar a besarte.
Y ahí estaba otra vez:
de primero.
En dónde sino
cómo de otra forma.
En mi lista de contactos,
en mi agenda y, despreciándolo,
en mi corazón.
Qué decir en un par de cosas.
Si tu prioridad, anticipación
abarca otras, como mínimo,
miles más.
Has sobrepasado otros besos
sin aún probar los tuyos,
las bocanadas de coraje
ahora te pertenecen a ti,
estás en mis bolsillos, en mis letras,
en mi perchero,
en mis libretas viejas, en el suelo
frío con pies descalzos que quema
y en una sonrisa previamente posterior.
Eres el primero y no el que ha
llegado antes.
Eres el primero y único
porque, a decir verdad,
tampoco quiero, ni recuerdo, ni me apetece
que haya ningún otro después.
Estás tú y nadie más. Y si quieres, yo contigo.
"No me lo tengas en cuenta",
y me besó.
Llevaba anotadas hasta ahora 3 cervezas y un corazón. Lo pasé por alto porque ya tenía demasiadas cosas que devolverme.
¿Tienes fuego?, pregunté.
Él me tendió un mechero.
Yo ante su mirada comencé
por dentro a arder.
Creo que nunca llegamos a hablar en el mismo sentido.
Me has mirado como quien
mira si hoy llueve o si
hay alguna nube a la vista.
Y sí, hace mal tiempo,
te lo digo yo.
Espantoso.
Porque deduzco
y acierto, en que seguirá
habiendo esta tempestad.
Que, en tu perspectiva,
seré constantemente siendo
un elemento más,
otro ser en este conjunto,
algo que te rodea como
un simple entorno
cotidiano.
Y yo nunca quise ser rutina
excepto si significaba volver una
y otra vez a ti.
Me miras como si fuera
cualquiera y no la única.
Como si doliera menos que
hasta cuando no lo haces(...)
Hay tantas cosas que podría decirte.
Que suspiras,
y sin embargo, soy yo la
que te inspira a ti hasta
llenarme completamente.
Extasiarme
hasta temblar
pero sin consumirme
del todo.
Si algún día te dijera
que te has apoderado
de mis sollozos
y bostezos.
Que te miro y ya no sé.
Que mi tranquilidad
va acompañada
de una tremenda tormenta
que te reclama tan
fuerte
que a veces creo que me escuchas
hablarte cuando te pienso.
Hay tanto que podría contarte.
Que permaneces
siempre en la ignorancia
y yo soy la causante de ello.
Que no te lo digo
porque ya sabría tu respuesta.
Hay tantas cosas que podría decirte
y que nunca sabrás.
Hay tantas cosas que podría decirte
pero tan pocas que no te haya dicho ya.
Después de tanto tiempo
allí seguías
en la misma puerta
apoyado
frente la pared misma con
la pierna de siempre doblada
y una calada de humo
en tus ojos.
Supongo que uno nunca se va
del todo
de donde una vez fue feliz.
Y parecías volver
a ser el mismo de
aquellos días inalterables
porque el justamente
y el igual
mechón de pelo se deslizaba por tu nariz.
Revuelto. Le soplabas
como quien habla de anhelo,
de ansia y afán.
Como cuando cierras los ojos
porque crees que la oscuridad es un término relativo
y mientras yo
saboreo esa pequeña ocasión
para trasladarme
insensatamente
a una época anterior.
Los abres y es como si tan sólo
con estirar la mano pudieras conseguir
lo que quisieras.
Después de tanto tiempo, seguías apoyado en aquella puerta.
Como si de una ironía se tratara.
Como si no pudiéramos ponernos
jamás de acuerdo
para decidir quién hace daño y quién quiere
o quién entra o sale.
Somos un intermedio mudo,
e indeciso, que nunca se apaga.
Me acerco a ti y te pregunto la hora.
"Más tarde de lo que debería ser
pero justo a tiempo", dices.
Se juntan nuestras miradas
volviendo a intentar reconocerse.
Te vas.
Sonrío.
Que las buenas costumbres nunca cambien.
Y si hubiera ido por otro camino,
qué hubiera pasado.
Quiero decir,
si hubiera seguido otras pautas
si no me hubiera inscrito en un margen
si hubiera dicho algo menos aquello
si, por el contrario,
en contraposición
me callara ante el titubeo
de tu lengua
me abrochara la cremallera
de la conciencia
discirniera la noción del tiempo
cuando faltas
injustificadamente,
qué hubiera sido, ¿habría cambiado
el curso de, la orientación hacia?
¿Habría cambiado la pausa ante
la reiteración?
No quiero vivir desiderativamente,
pero ahora que noto tu ausencia
en los días que pasan
en lágrimas que calan
me pregunto,
constantemente
si tú y yo hubiéramos sido menos yo y tú,
¿habría existido un nosotros?
No soporto la
idea de no tenerte.
Que no, que no quiero
que no
me
da
la gana.
No sé quién es el culpable
pero si el precio es una cadena
perpetua junto a ti, que me condenen.
Y que ya me da igual todo lo que dije.
Eso de ya nada, de ya está
de
se
me
ha pasado como si tan sólo fuese
una emoción y no un sentimiento
insostenible.
Ahora me rindo. Ahora te
pido perdón. He cometido errores
pero me los guardo y si hasta
hace falta los colecciono.
Porque todos me han hecho llegar a ti.
Y ahora no me excluyas,
ni te rías, ni me tires, ni me
muestres la más absurda de las
indiferencias.
Como mucho ódiame,
pero ten algo, lo que sea, hacia mí.
No es fácil estar en esta parte
de la relación. En la que no sabes
muy bien
qué es lo que ha pasado
pero tienes claro que las cosas no
son igual.
Y yo para qué quiero tanta monotonía
en este momento.
Para qué quiero que vengas
si va a ser para otro engaño más.
Para qué quiero que estés
si sólo me haces hacer tonterías
y absurdidades
para conservarte.
Para qué confiar en alguien
que te suelta la mano cuando caes.
Para qué decir nada más
a esto
si cada día tendré miles de razones
para despreciarte
pero siempre buscaré una excusa
para volver a quererte.
Me querías decidida
valiente, lanzada.
Siempre te ha gustado
el riesgo.
La velocidad y acción.
Acciones fogosas
que aceleran
encuentros que
preceden a una acaricia
que precede a un beso
que se antepone
a un te quiero.
Y yo era así.
Locura indefinida.
Y tú.
Tú una mente insaciable.
Sin saber qué quiere,
deseando demasiado
pero nunca suficiente.
Confuso e inexperto
en este punto de vista.
Con ganas apartado, remoto
y con dudas, remordimientos
en la proximidad.
Porque nunca llegaste a explicar,
ni siquiera a decirme
que si te gustaba valiente y decidida
era porque tú no sabías ser más que un
simple cobarde.
No voy a apostar
por quién ni me aprecia,
ni me ve, ni me valora.
Antes quizá sí
antes quizá tal vez.
Anteriormente, con menos
experiencias
y valentía, con conformidad
hubiera seguido
concatenadamente
intentándolo. Buscando razones
a lo que no tenía ni un poco
de razón
y diciendo que un fallo lo tiene cualquiera.
He notado altivez en el hueso
de tu mandíbula
e indiferencia vagando
alrededor tuya.
Y simultáneamente
me has mostrado más cariño
del que nunca
me diste.
Pero ya no me vale.
Lo siento, no te siento ahora
mismo.
Mis mensajes nunca se llegan
a enviar,
mis calles tienen otro nombre,
tu presencia no atrae mi esencia.
Porque me valoro.
Porque sí, cualquiera puede
cometer un fallo.
Irrevocable e irreversible.
Ahí va el mío: adiós.
Tú yo tus ojos mis ojos tu cuerpo boca voz manos mi no mi imposible que nunca conmigo
te distraes ignoras callas
me voy no me llamas vuelvo aún te quiero
hasta luego.
Rota.
Despedazada.
Doblegada ante mi propio ser.
Mordida. Confusa. Queriendo
desdoblarme para yo, ser
menos yo.
Cara mojada. Imágenes de
rostros de bestias esperando
atacar a su presa. Difusas.
Me he vuelto un punto fijo
en el que mirarme
tan sólo conlleva un dolor agudo
en mis movimientos
y acciones.
Y siguen. Y vienen a por mí.
Contra mí misma. También.
Y subrayo posesivos,
epítetos redundantes debajo
de mis ojos.
Mis verbos copulativos
permanecen en monotonía.
Un aspecto perfectivo
que no se cumple.
Me arrastran. Se ríen. Me encierran
entre paredes que se me hacen
pequeñas.
Me encojo y no me encuentro.
Reencuentro de inflexión.
tantas personas yendo
hacia ninguna parte,
volviendo al mismo lugar de siempre
pero nunca completamente
de la misma manera.
Levántate y muéstrales
de lo que eres capaz.
No.
No es así.
Queda bien para una frase hecha,
para un sentimiento fingido
de logro.
Soberbia. Altivez. Dependencia.
Levántate tú, por ti.
Y cáete. Muchas veces.
Hasta demasiadas.
Y demuéstrate a ti.
Y supérate a ti.
Y quiérete a ti.
Y, como mucho, compártelo
con las personas que te rodean
teniendo presente
que, primero, antes
estás tú.
Tú contigo. Contigo. Tú.
Y suficiente.
A veces hay que decidir.
Aunque eso conlleve tener
que, por una vez, escogerse a uno mismo
como prioridad.
A veces hay que pensar si ciertas
cosas te compensan,
si el dolor son segundos y
la felicidad es infinita,
o por, el contrario, inundamos mares
de momentos que
nos gustarían que hubieran sido de otra forma.
Y cómo deshacerse de las
imágenes, de los sentidos,
y cómo atender a la razón
y a lo verdadero.
Cómo admitir ante ti mismo que
no es igual que antes,
que debe llevarse el viento, el tiempo,
el no ser, lo que sea,
esto de lo que tú ya no formas parte.
Porque no eres la misma persona.
Ahora te escuchas. Y pides a gritos
lo que estás negando. Necesitas algo.
Que, nuevamente, te llene de ilusión,
con lo que aprendas lo bueno que es
llenar una ignorancia de sabiduría,
donde desconectes de lo que no te gusta,
de lo que aborreces, de lo que no
llega a ti porque estás muy lejos,
porque estás donde justamente
te sientes cómoda para expresarte como quieras.
Que la niebla no cubra mis sentidos
dejando ver que algo nuevo se esconde tras ella.
Que no me miren llorando
y les tenga que explicar que tan sólo
estoy haciendo un nuevo poema.
Y una parte se vuelve difícil, complicada.
De dejar años de risas, fotografías sin
enmarcar, de personas que dejan su esencia,
de personas, de personas, y personas,
de esa persona.
Y otra parte exige salir por el mismo lugar
por el que una vez entraste, sin mirar atrás,
sin echar de menos, como una experiencia,
sin más.
Y no sé.
Las cosas cambian.
Debemos hacérnoslo saber.
Y es tan necesario, que lo hagan.
Y da, consecutivamente, tanto miedo.
Pero, miedo, a qué.
¿Y si realmente lo que nos asusta
no es el cambio,
si no saber que nosotros mismos somos
los que estamos provocándolo?
Y si, quizá,
lo que realmente nos atemoriza
es pensar
que con tantos cambios podríamos
acabar
dejando todo exactamente igual que en un principio.
Soy egoísta.
Lo admito, lo digo, concreto.
Y tremendamente.
He tratado de quererte
y te he querido por conveniencia.
Aquella vez, te pregunté
tu nombre
tan sólo para ponerlo como
título de mi espera
hacia algo
volátil e inaudito.
Y cuando me contaste
que te gustaban los anocheceres
acariciando temblores
unidos
a bocas agrietadas por el dolor,
yo lo utilicé
para convertirte en algo parecido
a ti
pero que sí está conmigo.
Egoísmo, se llama. Lo sé.
Conocerte para poder dar sentido
a esto.
Conocerte, y que algún loco o enamorado
-para el caso es lo mismo-
me diga que le gusta lo que escribo.
Que le parece tristemente bonito.
Y yo, le responda que
aún no te ha visto sonreír,
cuando las palabras sobrepasan
sentimientos.
Egoísta por usarte como inspiración.
Egoísmo, desconmensurado.
Ególatra, yo,
por quererte tan sólo para escribirte
y acabar escribiéndote porque
te quiero.
Puedes quererme o no.
Está en tu mano.
Pero quiero hacerte saber
que mi tiempo de espera
tiene un límite
aún sin delimitación de exactitud
pero totalmente certero.
Es verdad,
lo irracional va desprovisto
de razón,
y por el contrario,
tengo que pensar razonadamente
qué es racional.
Y si quiero que lo sea,
si es lo adecuado, si debe de serlo.
Para así entender
cómo te has adentrado en
lo incorrecto
para hacerme feliz.
Cómo te has enredado
con la ilusión para hacerte inesperado.
Y que vengas con prisa
para rodearme con tus brazos
lentamente.
Y que no sepas, o pienses que sí
y no te hagas la menor idea,
como sinónimo de que algo
incertero surge ahí dentro.
Y que tengas, sobre todo,
la plena libertad
de decidir a dónde quieres irte
pero que siempre prefieras volver
para quedarte conmigo.
Recuerda
las dudas
las lágrimas al borde
de la cornisa.
Recuerda
las persianas bajadas
y la luz cegadora
de lo que pretendo ignorar
y remuerde sin saber
que no quiero, intencionadamente
dejar atrás
lo que cada día lleva cinturón
y zapatos
y me mira como algo
que cree haber recordado
pero que una vez tuvo intención de olvidar.
Recuerda los saltos sin miedo
el miedo sin cadenas
las cadenas sin rehén
a quién agarrar.
Recuerda las veces que te fuiste
y en las que yo quise huír.
Las muchas otras
en que regresamos
porque no había forma alguna
diferente
para componer nuestros alientos
como música para oídos.
Recuerda lo no quieres ni ver pasar.
Recuerda lo que ha pasado. Recuerda
el pertenecer, sin ser de. Las ganas.
El todavía. Y aún.
Recuerda cuándo
y por qué ya no.
No estoy escribiendo sobre nada en concreto,
argumento en mi defensa.
Tan sólo expulso
la polifonía de emociones
que no dejan paso
a ver claramente lo que no pretendo
mirar.
No. No escribo sobre nada en concreto.
Sobre qué sino.
En respuesta a.
O por qué.
Las letras suenan,
siguen sonando,
tan constantes y tan lejos
de aquello que ni de cerca
podré tocar
porque el antes la mayoría de veces
llega después, demasiado tarde.
No. No escribo sobre nada
en concreto
aunque lo esté diciendo todo ahora mismo.
Tampoco escribo sobre nadie.
Aunque ese alguien, siempre seas tú.
Hoy he creído verte
paseando por las calles
-vacías, inmensas-
que ya se han olvidado
de nuestros pasos.
Vislumbré
la sombra de aquello
que nunca fuimos
y lo describí como una simple ilusión.
Pero.
Contigo, siempre
pero.
Volví a encontrarte donde no estabas
si es que alguna vez
estuviste del todo.
Y te veía:
en cada una y cualquiera de las manos
entrelazadas,
en cada sonrisa cómplice,
en cada discusión y beso
y mordida
y movimiento intrascente
cercano.
No eras tú.
Pero, aún así, tampoco tengo muy claro quién era en realidad
aquel que yo creía conocer.
Pero me resulta imposible
deshacerme de tus rarezas,
esas que tanto detesto en los demás
y tan indispensables se me hacen
cuando se trata de ti.
Ahora mismo estás mirando el teléfono.
Hace cinco minutos
le diste al botón de bloquear
y dijiste que la próxima vez no sería igual.
No extenderías la mano
y vacilarías con entrar en su conversación,
mientras la luz que emana
el móvil a estas horas de la noche
se hace cegadora.
No ibas a releer sus mensajes,
no ibas a ver la última imagen que subió
y en la que está tan bien. Aún sin ti.
No pensarías que debes olvidarlo
a pesar de saber que no lo harás.
Y dudas en querer hacerlo.
No sentirías ilusión
y a la vez dolor, unido al miedo.
Y, nunca, no otra vez, saldrías
y entrarías, y escribirías para luego borrar
morderías el labio
anhelando los suyos
sonreirías, mirarías el techo.
Ahora mismo miras el teléfono.
Como yo. Deseando dejarlo de lado
y estar a su,
lado.
Pero te has dicho que no. No harás
lo que has hecho hasta ahora.
No será lo de antes.
Y aún así, lees esto, y su nombre
no sale de tu cabeza.
Última conexión. Hace un minuto.
No aparezco en línea, pero
sin embargo
aquí te estoy escribiendo.
Y te deseo
que seas feliz
con otra persona
sin nadie más
contigo mismo o buscándola
que te brillen los ojos
que sientas ese algo en el estómago
y todo eso sobre el amor
te deseo que sonrías y te rías
que busques nuevos espacios
en sábanas blancas
sobre las que desdibujar nuestra historia
y que mires el teléfono
en el que aparece otro nombre
parecido al mío de alguien que crees
que te quiere más que yo
te deseo, pero, sobretodo,
que hagas cada una de las cosas
que hicimos juntos,
que soportes mis mismas manías en otras personas,
cuando digan esa palabra tan nuestra,
que ni se te pase mi imagen por la cabeza
y, que en esa imperfecta realidad
de fingidas ilusiones, un día
por cualquier cosa, la más mínima
la cuál olvidaste olvidar
en alguna fecha del calendario,
me recuerdes. Me eches de menos.
Y yo, ya ni siquiera te espere.
Me pierdo constantemente en el puente de la curva de tu espalda.
Pero tampoco quiero encontrarme en ningún otro lugar.
Todo me sabe a ti, y no estás.
Voy caminando por la calle,
con pasos pequeños, lentos,
cruzando miradas desconocidas
sonriendo ligeramente
divisando tu silueta amarrada
a algún portal donde por última vez
nos besamos.
Y voy intentando
poner tu cara en otros cuerpos,
haciendo que parezca igual
que cuando estábamos juntos pero
sin tanto dolor.
Que no me hieran y me quieran.
Hiéreme como si se tratara de querer.
Y no te encuentro intentando no verte
aún buscándote.
Rozo perfumes y aspiro pieles,
haciéndome a la idea de que
no
eres
tú.
No son tus brazos, en los que tantas veces me envolviste.
Ni tus manos, grandes, suaves, piezas perfectas para encajar con las mías.
Tu barba de dos días de más, tu lunar del cuello, tu pelo hacia atrás, tus calcetines de estampados, cinturón desabrochado, ropa mal combinada, sonrisa de duende, ojos grandes, boca húmeda.
Te busco pero ninguno eres tú
y, sin embargo, estás en todas partes.
todavía guardo
tu recuerdo en el olvido
y, sin querer, cuando te olvido
te vuelvo a recordar.
nunca me diste
la hora exacta en la que
olvidarnos,
a pesar de que yo
ya hace tiempo
que te desconozco,
mi reloj está roto
y nunca supimos mirarnos
en el segundo correcto,
como para mantener
aunque sea, una relación efímera
entre tu nunca y mi jamás
pero que sí, siempre
no supimos ni siquiera
retroceder hacia delante
para parar el tiempo con nuestras bocas
y otra vez, intentarlo
intentar rozar con unas manos un imposible
que se nos escapaba entre ellas
y ahora,
se desvanece,
se emborrona,
arruga, dobla y marchita
el ritmo de tus pasos con las manecillas
de mis huellas
me diste la hora equivocada
para aprender a querer,
y eso conlleva no quererte, ni siquiera,
tampoco, más
a ti.
Le he gritado
tu nombre al silencio
y me ha respondido
un eco que sabía a tu voz,
he hecho oídos sordos
a quien no me escucha
y hablado a mi soledad.
Me dice que está realmente bien
acompañada de tu ausencia.
Los relojes hacen
una melodía imperceptible
y yo nunca he creído en los imposibles pero
seguro que se parecen a nuestros pasos
en una misma dirección,
pasan las horas que una vez contigo
me parecieron segundos.
Siento el viento soplar, asemejándose a tu respiración
en mi cuello
y me callo haciendo ruido,
en silencio, aún
contigo como, si estuviera junto a ti.
Y para qué decir nada
al vacío de tu presencia, si sé
que no me escucharías
aunque estuviera diciéndotelo todo.
Tan sólo fui una más para ti, un reemplazo
de otra a quien ya antes habías reemplazado.
La historia se repite, el pasado es futuro
y no aprendemos por ahora. Hasta hoy.
Sé perdonar y, sin embargo, siento que ya lo he
hecho demasiado como para seguir
con esta rutina monótona que ya resulta hasta aburrida.
Me callo, porque si te dijera algo
silenciaría tu boca por bastante tiempo
y no quiero, ni mucho menos, evitar que otra se trague
tus palabras llenas de mentiras.
Ese copia y pega de sentimientos que decías
nunca hasta ahora haber sentido.
Podría decirse que estoy enfadada, pero tendrías
demasiada suerte si así fuera. Estoy, más bien,
agotada de tanta decepción. Y no se arregla con un lo siento.
Sé que se me pasará, y sé que cuando te sientas solo,
volverás.Ya sobra decir que no me encontrarás donde siempre
a pesar de que ahora me duela
en lo que te has convertido, en lo que ni tú mismo te das cuenta
de lo que te estás convirtiendo.
Me callo, lo hago por ti, porque a mí me sería más fácil
reprochar todo aquello que ya sabes y no admites.
Me callo, y que no te moleste, te doy mi silencio para que nadie
se entere de nada,
tan sólo espero, y deseo
que no haga demasiado ruído.
te odio, contigo todo sale mal
nada tiene sentido
me desordenas lo que ni siquiera
había ordenado
mueves sentidos que ni sabía que existían
cambias de idea, te quedas sin estar
estás sin quedarte, aún cuando no estoy contigo
tu presencia sigue tocando mi piel
me decepcionas,
me confundes, parece que puede ser
y las aparencias, no, el interior
ahora es el que engaña
te sigo sin saberlo, me pierdo
tú te vas
vuelan palabras y tú con los pies
anclados, amarrados
a no saber quién ser
escribo despues de decir que nunca más lo haría
y no paro aún sabiendo que lo estoy haciendo,
me das la espalda y yo cuento tus lunares
te odio, y lo peor es que nunca podría odiarte
tanto como te he llegado a querer
y no sé cuál es el secreto de esta magia
que me pone nerviosa cuando estás cerca
pero qué hago si resulta, que no tiene truco.
volvemos para irnos
pero siempre nos desvanecemos
quedándonos en la esencia
de un recuerdo.
hay pieles que quedan marcadas
por la transparencia de unos labios
que en algún momento
consiguieron escribir sobre ellas
aquí estoy pues, entonces
escribiendo sobre ti pero no contigo
y ahora estás en algún lugar
sin significado alguno, entre blancos
y negros, solitarios
entre rostros y miradas que
no dicen nada después de escuchar
nuestros gritos
intentando
que miren aquello que tienes gravado
y que no lleva palabras
intentando que te borren lo que no se ve
buscando otras texturas, nuevas
esquinas en las que perderte
nuevos suspiros por los que soñar
ahora, me buscas porque no encuentras
y yo me encuentro desde
aquella vez que dejé de buscarte
tienes una historia que contar, pero
nadie que te lea en braile
y yo hace tiempo que he pasado
de canción.
Cuál
era
mi paisaje favorito
-me preguntaron una vez.
Podría ser un amanecer
bañado de la silueta
que bordea a un cuerpo,
podría ser un boceto
del viento, que sopla
a lo invisible, a lo vacío
a personas que no se dejan llevar
podría ser el sonido de la lluvia
lo que más me gusta ver,
luces en medio de un bosque,
la ciudad dormida y yo
alumbrada por tu sonrisa.
Mis pasos en dirección contraria
una espalda de la que brotan alas
unas alas ancladas a un corazón
un recorrido de lunares
tus coordenadas, en mi desorden.
Podría ser cualquiera
de todas estas, mi paisaje
y sin embargo
no es ninguna de ellas.
Porque aquel lugar,
a través del cual viajo a todas partes
sin moverme, en el que me quedaría
y permanecería
sin dudarlo,
son tus ojos. Y todos los sitios
que aparecen reflejados en ellos
en los que también estoy yo.
Mi reflejo de tus ojos mirando los míos. Tu reflejo de mis ojos mirando los tuyos que me miran a mí.
Tu sombra, fundiéndose,
conmigo.
Cuando me preguntan
si quiero a alguien
o qué quiero ser
el atributo siempre será, contigo
ese encogimiento de hombros
la mirada hacia un lado
la sonrisa escondida
nerviosismo bajo la piel
el pelo detrás de una oreja
no lo sé, quizá sí
el cambiar de tema
desviar las palabras
eso, eres tú
porque tu nombre
siempre fue y será sinónimo de mis silencios.
Estoy segura
de que no te atreverías a.
Conmigo.
Y no digo que yo sea
de las más valientes
pero ten por seguro que tú
sí eres un cobarde.
Da miedo. Lo sé.
Y nos parece más fácil reemplazar
a una persona
huír
de ella
dejarla escapar, buscarse a otra
antes que enfrentarnos a lo que sentimos.
Y qué se le va a hacer. No
puedo remediarlo por mucho que
no esté de acuerdo.
No digo, ni mucho menos, que este sea el caso
pero te lo aviso por si en un futuro
te vuelve a pasar
que yo tendré heridas, arañazos y cicatrices
por querer
pero es a ti a quien le duelen a pesar de estar intacto.
Llevo varios días sin escribirte.
No digo que ahora mismo lo esté haciendo.
Pero ha quedado tu olor a café en mi boca
y unos cuantos recuerdos rotos.
Tan sólo me acuerdo de ti cuando te pienso.
34 veces en la última media hora.
Perdón, 35.
Voy mejorando.
Eras. Del pasado
del verbo ser.
Fuiste. Yo fui. Contigo.
Pero. Ya no.
No quiero decir que en algún momento
tú y yo llegamos a ser algo,
pero me había acostumbrado a ese nada
que teníamos en común.
Y como eras, ya no serás
no habrá más sueños contigo
ni noches pensando que sigo sin ti
no habrá más canciones, ni folios
escritos a los que yo llamaba poesía
no habrá más películas, historias,
miradas
créeme, no, esta vez, hoy, ni mañana
que no, ahora, ya no.
Dejaré de escribirte aunque
te siga queriendo. Lo sé. Querer
no es dejar marchar a la persona
pero sí liberarme yo, y si eso conlleva
que tú te quedes en el camino,
lo siento. Repito. Te quiero.
Pero no pienso correr hacia atrás, retroceder
por alguien. Repito. Te quiero. Pero más a mí.
Espero que te vaya bien, y no quiero que esto
suene a despedida. Sino a un nuevo comienzo.
Que encuentres a una persona que te haga feliz. Qué mal se me da esto.
Ya no habrá un nuevo título con la palabra "volver",
ni "otra vez", ni. Como si no hubiera pasado nada.
Como si hubiera pasado exactamente eso, lo que no pasó.
Me alegro de no
lo supieras,
de que fuera yo sola
la que se imaginó todo
como si de un delirio se tratara.
Me alegro, porque aunque
duela encojerme en un puñado
de peros, o cantar canciones tristes
siempre ganarán los "ojalás".
Ojalá un día nos
correspondamos. Aunque de momento
seas pasado.
Porque yo, ya no soy contigo.
yo siempre voy andando
caminando
con pasos pequeños y
la cabeza gacha,
mirando de reojo
conversaciones
enredando mi pelo
con mis pestañeos
con las manos en los bolsillos
y encogido el corazón
escondido
tras un abrigo que parece
hacerme invisible
y un día,
el aire tiró mi capucha
y me descubrí a mí misma
justo en el momento
en el que el temblor me hacía
volver a esconderme
apareciste
y me miraste,
y no sé qué significará
que se te pare todo alrededor
pero seguro
que tiene algo que ver
con ese momento
en el que me descosiste
los miedos
y me pusiste una sonrisa
que combinaba
con tus labios.
Van y vienen. Perdón,
vienen
y
se van.
Me pregunto por qué.
Es fácil cometer errores y, son
necesarios para aprender,
pero resulta- llámame rara-
que yo sé equivocarme sin hacer daño
a los demás. Tengo
subidas, y bajadas, y caídas,
y hay veces que corro, y otras
que parece que todo es cuesta arriba.
Pero no hago
que los demás estén abajo para sentirme yo superior.
Y te quedaste, pero te fuiste. Tú,
y él, y ella,
vosotros.
Sacan lo que quieren, lo que
les apetece de ti
y escapan. Y todos igual.
Y todos así.
Y no voy a dar más de mí,
abrir puertas a desconocidos
que me impiden el paso
que yo ya no cierro puertas,
que son ellos mismos los que se encierran,
ahora prefiero quedarme fuera y poner
un candado a llaves
que no me llevan a ningún lugar.
hojas sin fecha
mi reloj en el recuerdo de ayer
se ha parado el tiempo
por unos instantes
y, a la vez, ha acelerado
una sonrisa
ha cubierto un rostro
y la ciudad ha quedado a oscuras
tan sólo
alumbrada
por una mirada
la tuya, en mis ojos, reflejada
dos desconocidos,
que saben exactamente cómo
encajan sus manos
y que llevan escritas
más de mil historias
invisibles
en su piel
no me digas que hace tiempo
que no nos vemos
porque ya hemos sonado antes
en esta canción
a la que llamamos olvido
y sabe a miedo, a salida, llegada
ahora dime qué hago con tantas letras
que no dicen nada sobre mí
si no comienzan con tu nombre
si no terminan
pronunciándose
en mis labios.
paso hojas en blanco
y doblo la esquinita
en la que aparece tu nombre
sería más fácil
sería mucho más rápido
aún
romper la página
pero ya sabes que a mí siempre
me gustó más
ir a lo difícil, complejo
a ti
así que sólo se me ocurrió leerla
-otra vez-
y hacer anotaciones en las esquinas
de lo que podemos ser y no fuimos
ni somos, ni hipotéticamente
casual,
podremos ser
he bordeado las esquinas
como he hecho tantas veces con tus labios
lejanos,
a distancia,
separados
y he inventado
un fragmento tan absurdo
llamado nosotros
que me he escondido
entre sus letras para quedarme en él
porque me da igual
no sé, no importa, no vale
de nada
que me mandes cerrar un libro
si me sé cada uno de sus trazos
de memoria.
he reescrito
aquello que tan sólo
aún
era un espacio en blanco
y he dicho que ya no seré
un entre paréntesis más
yo pongo los puntos, las palabras,
tildes, enumeraciones, exclamaciones
metáforas y mayúsculas
donde mis dedos elijan
tocar
y aunque el papel corte
no lo hará más que tu piel
porque ahora yo soy la que escribo
es mi libro
yo cambio, si quiero, la historia.
Llegas tarde
y esta hora no la marca un reloj.
Hasta pasó
tanto tiempo, que he conseguido
quitarme esa coraza
que hace que parezca fuerte por fuera
y que me vuelve débil por dentro.
Fue tanta la espera,
que se ha convertido en hogar
este vacío
que dice ser un lugar, una parada
en el que algún momento pasarás
tan rápido
que parecerás viento
revolviendo mi pelo, despeinándome
el corazón.
También me he quitado
todos esos "te quiero" dirigidos
a ti, y que ya no eran parte mía.
Me quité imágenes borrosas, canciones,
noches en vela.
Y tú llegaste tarde
pero, por lo menos, volviste
y te quedaste el tiempo
suficiente
como para darte cuenta de que ya habían pasado más de cuatro estaciones
que me había quitado tantos
complementos
que sin darme cuenta también te había arrancado a ti
pero que mi sonrisa quedó intacta.