sábado, 16 de noviembre de 2019

El chico de la mirada perdida

Tenía una mirada que arde,
una mirada perdida,
que provoca erosiones donde señalan sus ojos.

Mirarle era presenciar un espectáculo.
Sabía a humo y cada calada
tenía el privilegio de recorrer su cuerpo.
No quería solo recorrerlo,
quería mudarse, habitar
entre sus poros.

Podrías escucharlo hablar
y te sentirías en un cuarto insonorizado,
el suelo no sería suelo
las paredes serían mar
y solo podrías fijar tu retina en el primer plano
de su cara 
bajas
te cruzas
atisbas:
sus labios son lenguaje mudo
en el que solo sé pensar en cómo se mueven.

Tenía la mirada perdida
y aún así yo no conseguía apartar la mía
cuanto más cerca estaba más bruma 
aislamiento en sus brazos
ciento treinta y tres pestañeos en los que
podría decidir
dónde causar incendios.

Era un chico de mirada perdida,
no sé si porque no sabía hacia dónde miraba,
no sé si porque me hacía perderme,


tal vez porque solo me encontraba cuando se dirigía hacia mí.

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