sábado, 11 de diciembre de 2021

Y solo quedan tus manos

Llovía y yo llegaba tarde a clase. Nunca sé esperar a las cosas y no llevo reloj, debería comenzar a hacerlo. Necesito uno. Necesito dejar este desorden aunque siempre apunte en mi libreta todo lo que debo de hacer. Nunca me acordaré del paraguas, aunque me acordase no lo cogería, hay tantas cosas que debería cambiar. Aún no está abierto y llego tarde, tú aún no habías llegado, pero no podía echarte en falta porque todavía no te había conocido. Desaparezco y vuelvo, me olvidaba algo en casa. Mando un mensaje quejándome de por qué torpe es algo que me define tanto. Llueve con más intensidad y la calle habla con mis pies. La gente me observa andar rápido, siempre voy con prisas y aún así a veces me paro a mirar una planta, la sonrisa de una persona o a sacarle fotos al cielo. 

Llego y está abierto. Ahí estás. ¿Quién eres? Hay demasiada gente y todavía no puedo entrar. Me veo en el reflejo de la puerta, no sé si voy bien combinada y tengo el pelo ondulado por la lluvia. No, desde luego este no era el momento idóneo para encontrarte, sin embargo, si no fuese este, igual no existiría ningún otro. Por eso me gusta. Me mira tu compañero pero él no me va a atender, no. Lo harás tú. Miro hacia otra parte y aprieto mis manos. Salen personas y yo entro. Voy directa hacia ti, mis piernas vacilan ligeramente, me saludas y desvío la mirada. Me he olvidado de hablar, qué quería y dónde estoy. No quería hacerlo, de verdad que no. Me había casi prometido a mí misma que dejaría de hacerlo, pero te analizo. 

Tienes el pelo ligeramente despeinado, pero de un modo cuidadoso. Te arreglas, sin embargo, prefieres parecer despreocupado. Sabes sonreír con los ojos y eres alto, la piel no la tienes demasiado morena, te gusta salir más de noche. Tu nombre empieza por J. No sé cómo lo sé. Eres demasiado expresivo con la mirada, en serio. Llevo un rato sin decir nada y me comienzas a mirar raro. Solo sé hablar bajito y con voz dulce, parezco una idiota. ¿Qué? No te escuché, perdona. Sí, eso, gracias. Siempre me fijo en las manos de las personas, dos anillos en los dos dedos centrales de una de ellas, en la otra también llevas y creo ver tres. Son plateados, grandes. Para mí llevarlos significa que necesitas estabilidad y confianza. Me gustaría saber qué significa para ti. ¿Cómo te llamarás? Podría preguntarte sobre tantas cosas. No escucho nada, siento como si estuviese en otra parte, como si lo estuviésemos, a solas. Me tengo que ir. Llegaba tarde, pero ¿llegaría tarde a ti? Me alejo nerviosa, pensarás que soy algo inquieta, me coloco el gorro bien y te dedico una última mirada, me marcho rápido. Me dedicaste una caricia sin saberlo. 

Salgo de aquel lugar y pienso en si debería mirar hacia atrás, si debería haberte dicho algo más interesante, algo que me hiciese notar, que igual significaría algo si siguieras ahí. Sé donde estás y donde puedo encontrarte y eso es incómodo.

Entonces tu imagen se mezcla con la lluvia, llego tarde

aparecen y solo quedan tus manos.



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